Enoturismo

Alsacia y Selva Negra: vinos y curiosidades

Os invito a un enriquecedor viaje por Alsacia y Selva Negra donde compartiremos visitas, recomendaciones y experiencias curiosas. ¿Me acompañáis?

Nuestro primer destino fue Frankfurt, y nos sorprendió que nadie llevara mascarillas, y al preguntar al guía que qué hacíamos al respecto, nos indicó aquello de ”When in Rome, do as the Romans do”, de hecho se veía mal a aquellas personas que todavía la llevaban por la calle, e incluso en Basilea, nos dijeron que iban a hacer manifestaciones en contra de aquellas personas que todavía la llevaban… Nosotros, Gloria y yo, nos la quitamos porque somos obedientes y, sinceramente fue un alivio. Además, las temperaturas eran más elevadas que normalmente en esa época del año, más calor si cabe que en España. Así que, todos los abrigos, jerséis y ropa de invierno que llenaban nuestras maletas, no hicieron más que pasea del autobús, a los diferentes hoteles de destino, sin salir de su ubicación.

Lo primero que sorprende al pedir una copa de vino, lo cual ocurrió la primera noche, es su precio. Estamos hablando de una media de 8 euros por copa. Eso sí, 20 cl de líquido, lo cual se agradece.

También, sorprende que estando en Frankfurt, una de las ciudades más financieras a nivel mundial, no se admita en muchísimos sitios tarjetas bancarias, solo “cash”, lo cual fue un poco fastidioso los últimos días, ya que el efectivo pasó a mejor vida. Esto nos ocurrió en varios destinos del circuito como ya contaremos más adelante. Encontramos esa similitud con España, cuando en su momento algunos comercios se negaban a cobrar con tarjeta, por las comisiones impuestas de los bancos, incluso alguno te descontaba la comisión si les pagabas en efectivo.

En Frankfurt, otra sorpresa fue el hecho de poder fumar en los bares. También, en uno de ellos al pedir asesoramiento de cervezas, estando cuatro personas, nos dijo la camarera que pidiéramos 4 tipos, y fuéramos rotando entre nosotros, así probábamos todas, cual si el COVID (allí llamado CORONA) hubiera pasado a mejor vida.

Eso sí, vimos muchísimos puntos de test en las calles en puntos concurridos, y de forma gratuita para la ciudadanía.

En Friburgo, en la plaza, tuvimos nuestro primer contacto con los vinos, y lo primero que sorprende, es el precio (9 euros por copa) aunque en este caso, como veis en la foto, son casi 20 cl cada frasca de cristal, además de estar el vino excelente.

En Zurich, solo cabe destacar la casa donde estuvo viviendo Lenin una temporada, y la cuenta más cara. 53 francos suizos, casi 52 euros, por 4 copas de vino y dos cervezas.

Otro apunte curioso, era la única ciudad de todo el circuito donde las fuentes públicas tenían agua potable y en el hotel animaban a consumir agua del grifo:

Entramos ya de lleno en la zona de vinos de la Alsacia. Nos compramos para la colección de recuerdos de nuestros viajes, esta preciosa chapita:

Colmar, es la primera gran joya de esta parte preciosa del viaje. Estamos ante la “Casa de las Cabezas”.  A principios del siglo pasado, este edificio de tres plantas albergaba la Bolsa del Vino de Colmar:

Construida en 1609 por el arquitecto Albert Schmidt por encargo del comerciante Anton Burger, la Casa de las Cabezas es de estilo renacentista alemán. Debe su nombre a las 111 cabezas y máscaras de biscornio que decoran su fachada. La Casa de las Cabezas evoca la época dorada de los comerciantes y la riqueza de la burguesía mercantil de Colmar. En 1902, el frontón del edificio decorado con volutas y aletas fue coronado por la estatua del tonelero, obra de Auguste Bartholdi.

Nos sorprendió lo bonito y bucólico que es Colmar, con sus casitas típicas y sus canales:

 

 

El restaurante donde comimos… Curioso que en su carta aparezcan los distintos tipos de vinos alsacianos con su descripción:

Después de Colmar fuimos a la localidad Riquewihr, de la cual se dice que es el pueblo más bonito de la Alsacia. Una preciosa población de cuento rodeada de viñedos y conocida como «La Perla de los Viñedos», que sirvió a los Estudios Disney de inspiración, junto con Eguisheim, para crear el pueblo de Bella en la conocida película «La Bella y la Bestia».

Aquí nos animamos a tener contacto con los productores locales de vino. Nos alejamos lo máximo posible del centro, y llegamos a una pequeña callecita, en la que desde una puerta nos invitaban a entrar a degustar, y además podíamos pagar con tarjeta bancaria. Y de precio estaba fenomenal. Después de catar varios, nos decantamos solo por comprar dos botellas para el regreso, más que nada porque ya íbamos con bastante peso: el Riesling, y el Cuvee Fabien, que nos sorprendió por su fino “bouquet”.

Después fuimos a otra bella localidad vinícola, Ribeauville, se la conoce también como la Ciudad de los Violinistas, ya que antaño fue habitada por músicos y trovadores. Sinceramente, a nosotros después de Colmar y Riquewihr, Ribeauville, no nos aportó mucho, por lo que aprovechamos para pasear, y hacer unas fotos de los bonitos viñedos:

Preciosidad de viñedos, alienados perfectamente, impolutos y ya empiezan a salir las yemas a las cepas.

En Heidelmar, la ciudad más romántica de Alemania, se encuentra el barril de vino más grande del mundo, el cual posee encima una pista de baile.

¿Por qué es el barril más grande del mundo?

Su función, era recoger de los vinicultores el pago del diezmo. Es decir, estaban obligados a entregar al señor del castillo el 10% de su cosecha de vino, lo cual se vertía en el enorme barril.

La guía nos preguntó ¿Cómo creéis que era la calidad del vino de este barril, al ser para los príncipes electores? ¿Seguro que excelente, no? El vino era de mala calidad, como era para “cumplir con sus obligaciones fiscales”, por lo tanto no era el mejor vino el que entregaban, además se mezclaban distintas cosechas, y distintas procedencias que los cultivadores de la zona aportaban, al concluir la cosecha.

También nos contaron que los señores NO bebían de este barril, sino que lo hacían de otros que disponían más pequeños, con vino de mejor calidad.

Una curiosa anécdota asociada a este barril, es el fiel guardián de la cuba, el enano Perkeo, el cual según la leyenda falleció el día que en lugar de vino, bebió agua.

Nos sorprendió lo animada que estaba esta localidad universitaria, preciosa y recomendable perderte en ella. Importante que conserva el encanto al no ser bombardeada en la II Guerra Mundial.

Dato curioso: “la cárcel para estudiantes”, formar parte de ella, llegaba a ser un honor.

Intentamos tomar un vino en su animosa plaza después de la visita a la ciudad, digo “intentamos”, porque encontrar sitio ya fue complicado, y además, el problema que en casi todos los sitios no aceptaban tarjetas.

Con lo cual nos fuimos alejando de la plaza, y por una de las calles principales, llegamos a un oasis de paz, y que pintaba muy bien. Entramos dentro a preguntar si aceptaban pago con tarjeta, además de “cash”, y al respondernos de forma afirmativa, un ángel nos atendió. Además de no estar mal de precio, para lo que estábamos acostumbrados. Pedimos de los dos que estaban ofertando, y no sabemos cuál de los dos estaba mejor.

Fue una decisión acertada, además del soleado día que estaba haciendo.

Detalle de Estrasburgo: Sacacorchos.

 

 

 

 

 

 

Licenciado en Ciencias Empresariales, combino siempre que puedo dos de mis pasiones: los viajes y el mundo del vino. Una forma que me permite explorar y ampliar conocimientos vinícolas visitando bodegas, degustando e investigando allá donde se precie un buen mosto. Es curioso como el vino da alegría e induce al acercamiento entre las personas. ¿Mi inspiración? Gloria, mi querida mujer, que me ilumina y acompaña en estos viajes donde disfruto de este "hobby".